Es un signo más de la llamada del alma. El alma vibra cuando algo es verdadero para ella.

Y lo hace de formas sutiles, o no tanto, pero inconfundibles si prestamos atención: una emoción que se te escapa, una lágrima que no sabes de dónde viene, una sensación de plenitud al perder la noción del tiempo.

El alma vibra:

Con la música.

Con la luz que nos envuelve en una puesta de sol.

Con el sonido del viento, del mar… o del silencio.

Con la expresión artística.

Con la naturaleza.

Con un libro que leemos y nos lee (sí, algunos libros nos leen).

Con las miradas.

Con los animales que nos enseñan a ser, no a hacer.

Con la oración sincera.

Con la belleza sin explicación.

Y vibra profundamente con el amor auténtico: la risa de tus hijos, una conversación sin prisa con tu pareja, el amparo de tus padres, con esos abrazos con esas personas que quieres.

Vibra alto y mantén la vibración. Es el secreto.