En casa de mis abuelos siempre había un Sagrado Corazón.

En mi despacho también, junto al busto de Platón. Los dos me han inspirado siempre y lo continúan haciendo.

Y siempre he encontrado que las imágenes comunicaban, me comunicaban, y por eso tengo este neón que me transmite cada día lo que se lee cuando la vorágine del día a día me atrapa. Además, me encanta su color y su luz.

Para personas como yo que trabajamos en ayudar a otras personas desde el corazón, necesitamos conectarnos primero para estar presentes. Y desde ahí, desde el corazón, es desde donde conectamos y la magia ocurre.